9 de febrero de 2010

Habitación

La mancha que crecerá de manera espiralada en el techo de la habitación todavía no se ve, ni se percibe la corrosión interna de las paredes que causarán el desmán.
La mañana del 9 de diciembre en su ausencia cayó la primera gota que golpeó el piso con furia, una gota que se había formado recolectando pacientemente la humedad del muro durante largos años, y ese día cayó.
Marina regresó a su casa. Cargaba un sueño extremo y decidió abandonarse a esa necesidad. Se puso un camisón y entró a su habitación que se encontraba cubierta de ropa y apuntes. Se recostó en la cama en el lado que había calentado su perro, y de repente su cuerpo se transformó en una plomada que se hundió en el colchón. Antes de que pudiera acomodarse ya estaba dormida, dominada por las luces de ese paisaje mediterráneo, que la invitaban a caminar una arena suave y blanca.
Eran las tres de la tarde, (un número que quería recordar para luego jugarle a la quiniela), estaba Ella a su lado y caminaban en silencio, se percibía que había algo de lo que no podían hablar y eso ocupaba todos los momentos, sus esporádicos cambios de palabras eran fútiles.
El agua le mojaba los pies y todo era reconfortante, Ella en determinado momento se excusó y desapareció de su lado porque la esperaba un grupo de gente con la que viajaban en el Tour. Marina se quedó caminando en esa soledad que siempre añoraba cuando estaba en el mar. Le encantaba caminar por la orilla mirando las olas romper, o cualquiera de las situaciones que se hacían presentes allí. Después de caminar un largo rato el sol comenzó a incomodarla por lo que se sentó bajo la sombra. Comió helado en un intercambio económico muy poco conveniente y el idioma lo manejaba como si fuera propio, se sentó en una reposera blanca y un vendedor se acercó a ofrecerle camarones frescos, pero ella estaba tomando helado. Se encontró a Judith, y aunque no sabía que se encontraba en Italia lo asumió con naturalidad, por lo que compartieron una conversación de rutina, sobre su salud, la vida de sus hijos, la vida de Marina, y prometieron verse luego.
Antes de que alguien notara el cielo cubierto de nubes la lluvia azotó la playa, la gente comenzó a correr en todas las direcciones, la mayoría se acomodaba debajo de los halos de los bares playeros, otros corrían hacia los autos, lo que en pocos minutos ocasionó condensaciones de tránsito. Marina no se movió de su lugar, se quedó mirando cómo algunos chicos en medio de la tormenta corrían para meterse al mar. Desde los techos de los bares y las palmeras chorreaba el agua que no podían sostener y al caer tronaba contra el piso, al ir menguando el agua un canto de gotas más delgadas se repartía entre diferentes baldes y bateas que se hallaban en el piso.
Ese goteo permaneció en su cabeza largo tiempo, como una música pegajosa de la que no podía despegar. Después de aproximadamente media hora el sol ocupó todo el cielo, la lluvia desapareció, la arena quedó con una cáscara crocante y el olor a humedad se escondió en ciertos rincones. Se corrió fuera de la sombrilla y se acomodó aprovechando una porción del sol que actuaba como una caricia sobre la piel que ya había comenzado a achicharrarse. Soslayó desde unos metros la figura de Ella viniendo en su dirección, su rostro iba ganando nitidez a medida que se acercaba, sin embargo no veía ningún tipo de expresión en su cara. Algunos de los baldes conservaban el tic del goteo y Ella estaba sólo a unos pasos con su rostro de hielo. Marina, movilizada por el pudor, dejó perder su mirada en las personas que tras la lluvia iban lentamente recuperando sus puestos en la playa.
Cuando su recorrido las dejó frente a frente, Marina le sonrió, pero Ella estaba como ciega y no respondió a esa formalidad, lo cual la inquietó__¿Ella qué te pasa? le dijo, __¿Pasa algo? Pero Ella no le respondió, en cambio, tomó un vaso que apareció sobre la mesa y le tiró un líquido vinoso en la cara.
Marina despertó sobresaltada, abrió los ojos pero no logró ver nada, ya que toda la habitación estaba sumida en la oscuridad, cubierta completamente por el agua, sin un haz mínimo de luz que la dejara orientarse. Aterrada quiso gritar, pero entonces su boca se llenó de agua, tragó agua sucia, inmunda y tosió, tosió, se quedó sin aire, pataleó convulsamente, desesperada, sin prosa y sin tregua murió en segundos.