20 de marzo de 2011

Las Manzanas P4

Parte 4 "Despertares"

Se levantó esa mañana después de un largo vendaval, salió de su pieza y se alegró al saber que se encontraba sola. La casa estaba en penumbras, levantó las persianas y una luz fosforescente la encandiló dejándola inmóvil, luego se retiró del resplandor lentamente para no quedarse ciega en el trayecto y se dirigió al baño.
Estaba con sueños recientes en el pestañear cuando se miró al espejo. Tenía marcas en la piel y la cara hinchada como desfigurada, el seño fruncido como un gesto permanente. Se asustó al verse así, se lavó la cara, e interiormente dijo: _Bueno ya está.
Debía terminar con todo eso, y encontró modo de darle un final ritual, prendió la computadora para poner música, una música que la hiciera sentir viva y no la hiciera llorar, una música que le diera ganas de bailar.
Abrió las canillas de la ducha y lentamente el vapor comenzó a empañar las paredes y el espejo, hasta que los vértices del cuarto se desvanecieron. Se desvistió sin mirarse (porque todavía se odiaba) y se entregó al agua reparadora, a la lluvia que deja atrás todo, formadora de nuevas vidas. Se enjabonaba la planta del pie con dedicación en tanto el chorro de agua golpeaba sobre su nuca y esparcía una lluvia de agua violenta que se repartía entre su cuerpo y la porcelana de la bañera. Tras concentrarse en su respiración, siguió con especial atención el descender de una breve pared de agua desde sus rodillas hasta hacer dique en los dedos de sus pies. Después de ver el agua estancada, giraba sobre si misma para dejarla irse por el desagote. Y mientras imaginaba ese espectáculo en cámara lenta, sonreía por haberse convencido de darle un final definitivo a todo eso.
Tenía la piel suave y el pelo enrulado. Después de secarse se envolvió en una toalla y se dispuso a vestirse. Fue hasta la habitación en busca de ropa. Tenía que ser la ropa adecuada para el día y el estado de ánimo, una mala elección podía arruinarle el día, algo demasiado inusual podía hacerla sentir incómoda, una demasiado casual desprolija, una ropa demasiado elegante, ridícula. Eligió un par de prendas para combinar y se puso a deliberar frente al espejo. Se decidió por un Jean y una musculosa rayada en blanco y negro, se ató el pelo en un rodete casual y buscó las llaves, plata, un libro y un objeto donde llevar todo eso.
Salió de la casa rumbo al centro, a algún cine, en búsqueda de algo que tuviera la certeza le gustaba. Las dos cuadras hasta la parada del colectivo las hizo con una mirada fresca como si cada paso fuera un recorrido nunca antes transitado, al llegar al centro y caminar por su avenida favorita, abría los ojos y levantaba las cejas con cada persona que pasaba, con cada negocio que contemplaba. Era la mirada de un extranjero entusiasta por cada centímetro a degustar.
Todo lo que hacía tenía una predisposición a la felicidad desconcertante, parecía una parodia de las personas que deseaba ser. Movía los ojos hacia todo, y esbozaba una sonrisa lejana, desplazándose de forma fantasmal, demasiado invisible como para ignorar.
Era alrededor de medianoche cuando llegó a un bar situado en el Bajo de Retiro, en una calle cercana a la Av. Além, el lugar daba la impresión de esta cerrado y ella dudó ya que era un día de semana, pero se sentía poderosa, dueña de terminar con todo eso de una vez por todas, entonces empujó la puerta de vidrio que impedía ver lo que sucedía en el interior, corrió la puerta con todo el cuerpo y entró. Había un par de personas distribuidas por el lugar en pequeños grupos, no dudó en ningún momento sobre el sentarse sola, para eso había ido, para no disimularlo.