1 de julio de 2011

She

"Estoy llegando tarde", leyó del celular que ella le regaló para poder mantenerlo al tanto de ese tipo de información. “OK”, respondió él mientras coordinaba la napoleónica tarea de escribir con el dedo gordo, al tiempo que sus piernas intentaban trasladarlo con vida de una punta a otra de la Av. 9 de Julio.
Se le presenta extraña tanta normalidad, ella contándole cosas, contando con él con total descaro, como si en un punto no fueran enemigos. No puede negar que se siente verdaderamente bien todo eso, tanta falta de poesía, tanta cotidianeidad.
Ella a la mañana corría para no llegar tarde a trabajar mientras le ofrecía desayunar; él también corría sin reflexionar en ese momento sobre ellos, sólo tomaba té rápidamente, disfrutándola. Se despedían y en la puerta concertaban la próxima vez que se verían en una fecha exacta. Hablaban por teléfono para contar el final de la anécdota cuyo principio conocieron esa mañana, o los planes del día siguiente.
“No está nada mal eso, no”, pero Lucía es tan diferente a él que no sabe si simula. "Es tan diferente…”
Al hablarle describe con lujo de detalles cada situación para sentir que ella captura sus significados, y cuando ella  asiente, él no termina de creerle. No cree que alguien que no sea él, o todas esas personas que también son un poco él, pueda comprender lo que siente. No puede hacerla partícipe de sus discrepancias internas.
Ella se incorpora sobre la cama y lo mira durante un rato.
__ ¿Qué estas pensando? Le pregunta.
__Nada.
Borrando al instante de su mirada algún indicio de proceso mental.
Ella apoya la cabeza sobre su pecho, él la abraza y con la mano derecha le corre el pelo de la cara, se inclina y besa su cabeza. Ella estalla en llanto, voltea y se lleva las manos a la cara, como si tuvieran que contener al rostro de su transfiguración. Él la observa atónito con sus brazos como huellas de donde ella se arrancó. Deja ver su rostro con el registro del llanto y sentencia: __ Quiero que nos separemos.