22 de febrero de 2011

Las Manzanas P. 3

Parte 3

Pero Alejandra se obstinó en salvar su bondad sobre sus determinantes juicios y decidió no enterrar a X sino escucharlo con una calma dulce y serena. La sensación de estar siendo humilde le embelesaba el alma, y la conciencia interrumpía ese romance consigo misma para recordarle que ella no lo hacía por buena voluntad sino por amor propio. La conciencia decía que era mejor asesinarlo, que aguantarlo para ejercitar la paciencia y las buenas acciones. Para ese entonces se sentía una especia de beata con dolores de estómago de represión.
Le dieron ganas de tomar helado como en aquellos pasados años con G.W y CH. Cuando se encontraban durante todo el verano en el soleado San Telmo, y ella llegaba siempre tarde y ellos siempre la esperaban casi sin recriminaciones. Eran tardes tan calurosas como aquella, muchos años después cuando lo conoció a Iván.
Fue en la Plaza Dorrego, en un carnaval espantoso en que los mocosos tiraban una porquería de espuma que se pega en el pelo y es atroz, mezclada con el bochinche de murgas mal organizadas. Alejandra había ido a parar en ese lugar, porque estaba suspendida en el tiempo y no podía moverse, el calor la había inmovilizado y anestesiado, no sabía de dónde venía. Se quedó mirando todo ese espectáculo con admiración, como si en realidad le gustara. Entonces apareció la voz de él, él que llevaba ya dos horas al lado de ella, haciendo nada, riéndose, porque él sí admiraba a esa gente.
Iván le dijo:__ ¿Querés que te ayude?
__Bueno.

Entonces se fueron caminando hasta constitución, y ella rogaba que no la mojaran, porque sino iba a morir del odio. Pero ahora se sentía protegida por él, porque le inspiró confianza, porque se ofreció a salvarla, y ella aceptó. Se tomaron el subte hasta retiro y de allí el tren, en tren hasta el tigre, y en tigre había un aire fresco que le hizo pensar más claramente, como si su mente se poblara de poros y pensó que se estaba sintiendo bien, a sus anchas, y que la única manera de amar el calor era estando en un lugar fresco. Él le sugirió se tomaran una lancha colectivo hacia las islas, pero ella se sintió atormentada por un recuerdo, un presentimiento, algo pendiente...
___Prometí estar en mi casa antes de que oscureciera. Eso era lo que no me acordaba.
___Esta bien, volvemos?

La palabra natural:

__A veces siento que estoy con gente con la que me gustaría hablar sin tener en mi mente un pensamiento paralelo que lo confunde todo
__Querría que fuera todo
__Que fluya si que sea
__Natural
__Natural
Para siempre, juntos para siempre. Diferentes pero al fin juntos, como dos seres perdidos en el universo que se encuentran, así de fácil y maravilloso, un universo del mismo idioma.
Ella dudaba, más bien tenía mucho miedo de qué él se enamorara de ella, de que él no se enamorara de ella ni ella de él. Pero fue con la única persona que se dejó de preocupar todo el tiempo, porque se dio cuenta que podía tenerle una confianza eterna, nunca tenía miedo a que la dejara de querer, ni viceversa, armonía, como en un jardín de té.
El sol bajaba gradualmente mientras X y Alejandra permanecían sentados del lado que da a la avenida Rivadavia, al lado había un árbol de varios años, que tenía alrededor un cantero gigante y las ramas más lejanas a la raíz necesitaban una especie de remache para poder sostenerse. Parecía una árbol triste, que había observado nostálgicamente los cambios de rededor durante largos años sin un comentario de recriminación.
Rodeaban el cantero unas altas rejas de color verde y Alejandra las miraba con una tristeza exagerada, recordaba con una aflicción desconsolada cuando las personas se sentaban en ese cantero, cuando podían tocar la tierra y el tronco del viejo árbol; contempló girando la cabeza sobre su cuello, primero para un lado y después para otro, que todo el parque estaba ahora tras las rejas, tenía puerta y horario de visita, carteles prohibitivos en cada lado, la vereda exterior a la reja señales para la circulación de bicicletas. No era más un refugio, el parque era un pedazo de cemento color verde, y ahí sobre un árbol caído casi escenográficamente sobre el césped, estaban Alejandra y X. El fondo actuaba como partícipe de tal infamia, la infamia de matar el tiempo.

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